31.8.14

DESCUBRE A HAIM

Temazo californiano. Descubre el seguro que futuro éxito de la banda. El vídeo, sacado hace aproximadamente una semana ha revolucionado las redes sociales. Te lo dejamos aquí abajo, así podéis darnos vuestra opinión. 

  

Durante años, Haim han sido un clásico del circuito de música indie local,compartiendo cartel con rockeros californianos como Jenny Lewis y Dawes;teloneando a Florence and the Machine y a Mumford; colaborando con Major Lazer, Kid Cudi y Childish Gambino. A principios de este año, cuando Haim estaban trabajando en su álbum de debut, Days are gone, se trajeron a su amigo Benmont Tench, de los Heartbreakers de Tom Petty, para tocar el órgano en una canción; también concertaron una sesión de composición con Sia, una de las creadoras de éxitos más demandadas del mundo, que figura en los créditos de exitazos de Rihanna y FloRida. Haim consideraron que el resultado final era demasiado pop, momento en el cual entró en el juego la gente de Shakira, quienes retuvieron el tema durante seis meses.
Sin embargo, por mucho que parezca que las Haim están totalmente dentro de la industria, ellas aseguran que no. “Cuando empezamos a tocar, éramos niñas del Valle, nunca habíamos salido de ahí. No conocíamos gente de ninguna escena”, explica Alana. Esta noche, además de Ke$ha, los únicos VIP en el backstage son sus padres, Mordechai y Donna, y su abuela, que ha venido desde Israel. “Solíamos ser sus roadies”, apunta una sonriente Donna. Esta profesora de arte de primaria convertida en agente inmobiliaria creció haciendo versiones de Joni Mitchell con la acústica en cafés de su Filadelfia natal; Mordechai, que también está metido en el mundo inmobiliario, tocaba la batería en un coro infantil en Israel. La pareja enseñó a las Haim a tocar instrumentos cuando eran pequeñas, formando una banda familiar llamada Rockinhaim que versionaba a los Eagles y Santana en ferias callejeras y eventos benéficos.
En 2007, las hermanas empezaron a componer sus canciones sin sus padres;Donna y Mordechai pasaron a realizar tareas de apoyo. Durante un tiempo, Haim pensaron en cambiar su nombre por First of Three, haciendo un guiño a su baja posición dentro de cualquier cartel del que tenían la suerte de formar parte. Pero no lo hicieron, y a finales del pasado septiembre Days are gone vendió 90.000 copias en su primera semana. En Reino Unido, le quitaron el puesto a la última entrega de Justin Timberlake, debutando en el número uno. Days are gone es un álbum emocionante. A pesar del sello de aprobación de dios del nu-metal Shinoda,da Haim andan lejos de ser abrasadoras, pero son virtuosas. Prueban distintos sonidos: guitarras que resoplan y ganchos armonizados dignos de Ricky Springfield; cuerdas disco sacadas directamente de Walking on broken glass de Annie Lennox; dulces melodías que rinden homenaje a Christine McVie; voces entrelazadas que rinden homenaje a Destiny’s Child; percusión vacilante y desequilibrada. A principios de año, en una fiesta, Timbaland les dijo a las hermanas que le encantaba su tema My song 5. “¡Y es una canción en la que básicamente le estamos plagiando!”, señala Danielle. Cuando publicaron las cifras de su primera semana, Jay Z les envió una nota para felicitarlas.
Sin embargo, ser cabeza de cartel esta noche en el Fonda supone un gran logro. Cuando toman el escenario, lo hacen con efusividad, sin miedo a parecer tontas, y aprovechan al máximo la ventaja de tocar en casa, bromeando sobre carreteras y gritando el nombre de su puesto de tacos favorito de Echo Park. Antes del bis, tardan un poco más de lo habitual en volver a salir a escena: “Vamos a asimilarlo, a saborearlo un poco”, dice Danielle.
Tras el concierto, se dirigen a una fiesta, en el tejado. Circulan los admiradores, todos compañeros de profesión: Ke$ha, echándole los brazos a los hombros de Alana; Ariel Rechtsaid, quien produjo buena parte de Days are gone; Ludwig Göransson, quien compuso las canciones para las cabeceras de las series New girl yCommunity y también trabajó en el álbum de Haim; Rostam Batmanglij, de Vampire Weekend, a quien Este siempre se refiere como Frosty Rosti. Al otro lado del tejado, Shinoda interroga con entusiasmo a Danielle. “¿Podemos hablar sobre composición? ¿Cuál es vuestro proceso?”, le pregunta.
Se habla sobre seguir la fiesta en otro sitio, pero las hermanas llevan meses fuera de gira, y tienen ganas de dormir en sus camas esta noche. Alana y Este parten rumbo al domicilio familiar en el Valley Village, donde aún viven. Danielle tiene alquilado un bungalow a unos minutos de distancia, en Studio City. Está claro que aún aman su ciudad natal. “El Valley es la bomba-punto-com”, afirma Alana.
En el camerino de las Haim, el rollo es tan feroz como la de la presentación de un libro: té, vaporizadores y bombas de insulina
Al día siguiente, las hermanas se reúnen para tomar el brunch en torno a una mesa de Little Dom’s, un restaurante italiano al estilo del viejo Hollywood situado en el barrio de Los Feliz. La gira ha ido bien. Fueron de tiendas de segunda mano en Lawrence, Kansas; estuvieron en una granja de pecanas de más de 900 hectáreas cerca de El Paso, Texas; visitaron Washington D.C. en segway. En la carretera, examinan la web Chowhound buscando recomendaciones gastronómicas y matan el tiempo viendo Selena y Goofy e hijo una y otra vez. “He llorado mientras veía Goofy e hijo viajando en avión”, reconoce Danielle. “Asegúrate de que ves la original y no la secuela”, advierte Alana. “Es horrible. Participa Pauly Shore”.
No acaban de terminar de pedir, cuando un cuarentón corpulento con una camisa de cuadros se acerca a la mesa. Se presenta como Chris. “Mañana voy a llevar a mi hija a vuestro concierto por su cumpleaños”, dice Chris. Le da a Danielle una copia del libreto de Days are gone y un rotulador.
“¿Siempre llevas nuestro CD encima?”, pregunta Alana. Sus hermanas y ella, sonriendo, se lo firman. “Bueno, eh, yo también soy fan”, responde Chris con timidez.
“Es la primera vez que alguien nos hace esto. ¡Os buscaremos en el próximo concierto”, dice Este.
El primer instrumento que aprendieron a tocar fue la batería. Su padre tenía una montada en el cuarto de estar, y sentaba a sus hijas sobre sus rodillas y les enseñaba a golpear. Pronto le asignó un instrumento diferente a cada una, reclutó a Donna y nació Rockinhaim. Era un grupo de versiones que sentía debilidad por el rock clásico y el funk. A Danielle se le daba bien la guitarra desde el principio; a Este no, así que Mordechai, pensando que cuatro cuerdas resultarían más fáciles, “me compró este bajo Fender Jazz Precision de mierda por menos de 40 euros, y me parecía lo más guay del mundo”, recuerda Este. Las tres fueron a clases de piano, donde aprendieron a leer partituras.
En 2005, Danielle y Este formaron parte, por poco tiempo, de un grupo prefabricado de pop rock llamado Valli Girls, que consiguió colocar una canción en la banda sonora de Uno para todas (2005). Esto les avergüenza ligeramente. En 2007, inspiradas musicalmente en nombres como The Strokes o Phoenix, las hermanas dieron su primer concierto como Haim en un extraño museo del Valley. En esa época, Danielle empezó a usar su voz, grave y rica, como otro elemento de percusión, puntuando las melodías con staccatos y exhalaciones propias de Michael Jackson.
“Julian Casablancas les dio un consejo: ‘dejad de dar tantos conciertos, escribid canciones más potentes y grabad algo bueno”
Hollywood estaba justo al otro lado de la colina, pero abrirse camino en el negocio de la música parecía estar a mil años luz. Este trabajaba como camarera en un Cheesecake Factory y obtuvo la licencia de agente inmobiliaria. Fue Danielle quien finalmente hizo incursiones en la escena de L.Á., tocando en una jam session en Laurel Canyon a la que acudió Jenny Lewis, gracias a la cual, finalmente, consiguió formar parte de la banda de gira de Lewis como guitarrista. En esta época, Danielle empezó a salir con una músico local llamado Blake Mills, quien tocaba en Dawes, iba de gira con Lewis y actualmente colabora con Fiona Apple. Julian Casablancas fue a un concierto de Lewis y acabo contratándola para su propia banda. Mientras tanto, Haim seguía adelante en los huecos libres. Al final, Casablancas les dio un consejo a las hermanas: dejad de dar tantos conciertos, escribid unas canciones más potentes y grabad algo bueno, ¡ahora la gente encuentra música por Internet!
Haim se tomaron un año de descanso para componer, metidas en el apartamento de Venice que tenía alquilado Danielle, trasteando con una caja de ritmos Yamaha usada y la aplicación GarageBand. “Ese fue el punto de inflexión. Podíamos hacer el tonto con sampleados; podía enchufar mi guitarra”, recuerda Danielle. Se colaron las influencias del hip hop y el R&B, incrementando los trucos tomados del rock de los ochenta.  Muchas de las canciones de Days are gone surgieron en este período, y las hermanas empezaron a actuar de nuevo. Su música llegó a Florence Welch, quien las invitó como teloneras en Londres; después llegaron las fechas en estadios de todo el mundo con los Mumfords.
“Aún no nos hemos comprado nuestro disco. ¿Nos quieres acompañar a Amoeba?”, propone Danielle. El Honda Accord de la década pasada de Este está aparcado a la vuelta de la esquina del restaurante. Nos metemos y ella baja las ventanillas. Alana, sentada en el asiento del copiloto, encuentra una emisora donde suena Don’t you want me de The Human League y sube el volumen. Las hermanas no se limitan a cantar, sino que interpretan las letras con elaborados movimientos de cabeza y haciendo gestos con las manos. Cuando empieza a sonar Ride with me, de Nelly, hacen lo mismo, pero gesticulando más pistolas. De repente, se oyen las primeras notas de Hotel California, y exclaman “¡Nooo!” y cambian de emisora. “Era un clásico de Rockinhaim. Nos encantan los Eagles, menos esa canción”, explica Danielle.
En Amoeba, localizan la sección “H”, encuentran el separador de plástico donde pone HAIM y posan delante de él para una foto sonriente. Alana tuitea la imagen a sus 50.000 seguidores, añadiendo la etiqueta #WTF y #biglifemoment (gran momento en la vida).
Sólo una cosa podría endulzar el momento más aún. “¡Ah, joder!”, exclama Alana. Se acaba de fijar en la pegatina del precio. “¡Han bajado un dólar el precio!”. 

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